(Làmina col·lecció Joan Amades del Fons del Centre de Documentació de Cultura Popular de la Generalitat de Catalunya)
La presència de múltiples companyies dedicades al teatre d’ombres al llarg de les últimes dècades a Catalunya, així com l’alt nivell aconseguit en els seus espectacles, és el motiu que ha empès a Putxinel·li, amb el recolzament d’Unima Catalunya, a realitzar aquest reportatge. L’objectiu és donar visibilitat i mostrar la riquesa d’aquesta realitat teatral desconeguda no sols pel públic sinó pel mateix sector teatral.
Donada l’extensió de la temàtica a tractar, dividirem el reportatge en tres parts:
1 Part: la moda de les Ombres Xineses al s. XIX. El cas de Els IV Gats
2 Part: les primeres companyies a finals del s.XX
3 Part: les companyies d’ombres a Catalunya avui
La Llanterna Màgica i les Ombres Xineses al s.XIX, per Jaume Lloret Esquerdo
Cal remuntar-se, per contextualitzar el conreu d’aquesta especialitat escènica, als orígens del teatre d’ombres a casa nostra, que és el mateix que dir a Europa, en ser el fruit d’uns corrents que a finals del segle XVIII i durant tot el XIX van recórrer i s’expandiren per les principals ciutats europees, sent París el principal epicentre de les anomenades Ombres Xineses i de la moda de les Siluetes.
En efecte, Barcelona, com les principals ciutats d’Europa, va viure a finals del XVIII i durant bona part del XIX la moda dels aparells òptics de projecció d’imatges, com és la llanterna màgica, l’afició per les siluetes, i, finalment, el teatre d’ombres. Com explica Jaume Lloret Esquerdo, en el seu capítol Repertorio Temático del Teatro de Títeres en España, del llibre Documenta Títeres (clicar aquí), escrit per Jaume Lloret, César Omar i Ángel Casado (pàg.28):
“Los programas de linterna mágica eran variadísimos: predominaban las vistas panorámicas del mundo y de países lejanos (por eso también eran llamadas tutilimundis como los retablos), y las hermosas perspectivas de jardines, palacios, templos, ciudades, marinas y cacerías; pero también se podían ver fieras y figuras extrañas, así como escenas cómicas y pintorescas que hacían reír a los espectadores. Igualmente, ofrecían cuadros históricos o acontecimientos de actualidad, como guerras (la de África, la de Cuba…), crímenes (el de Higinia Balaguer…) y muertes o asesinatos de personajes famosos (del rey Alfonso XII, del general Prim…). El año 1799, en una de las primeras linternas mágicas documentadas en Madrid, se mostró la escena titulada Una tempestad tan natural que imitará el trueno.
Entre las ilusiones ópticas de la época estaba la fantasmagoría de Etienne Gaspard Robert, más conocido por Robertson. Se trataba de una linterna mágica muy compleja y espectacular que podía presentar escenas verdaderamente dramáticas. Procedente de París, Monsieur Martín Aubée trajo a Cataluña en el año 1802 la fantasmagoria de Robertson, de quien era discípulo. La pantalla era una cortina de humo que podía desplazarse por medio de unas ruedas. Los motivos que presentó fueron figuras de personajes franceses, históricos y contemporáneos, como Enrique IV, Luis XVI y Napoleón Bonaparte.”
Quant a les ombres, llavors anomenades Ombres Xineses, ens hem permès citar, amb el permís de l’autor, aquest llarg text de Jaume LLoret de l’esmentat llibre (pàg.32), que ens exposa amb molt detall i coneixement del tema el panorama de les ombres xineses del XIX a Catalunya i a València. Diu Lloret::
“Las primeras funciones de siluetas animadas que tenemos documentadas en Valencia y Madrid son del año 1780, y corresponden a las del alemán José Brunn, quien presentó en ambas ciudades la conocida obra La tempestad en el mar, a veces también titulada La borrasca en el mar, una de las preferidas del público. En esta pieza aparecían naves que se estrellaban unas contra otras y marineros intentando escaparse a nado, todo ello acompañado de música y de efectos especiales para conseguir el ruido de la lluvia, los truenos y los relámpagos. En 1799 vemos representar en Madrid una variación de la citada obra, con el título Los cazadores sobrecogidos por la tempestad.
En Cataluña, el sombrista italiano Giacomo Chiarini aparece documentado en la cuaresma de 1800 formando parte de la compañía circense de Francesco Frescara, que actuaba en el Teatro de la Santa Cruz. Debido al éxito conseguido por las sombras, Chiarini pronto se independizó, dando funciones en calles, almacenes y hostales hasta principios del año 1802. Llevaba un repertorio de origen francés (posiblemente perteneciente al sombrista Séraphin) del que cabe resaltar la célebre pieza El puente roto o Los dos ladrones, la archiconocidísima La tempestad en el mar, y La enferma fingida, también titulada simplemente La enferma, que sería una adaptación para teatro de sombras de El enfermo imaginario, de Molière.
Muy divertida y espectacular era El diluvio universal, donde se mostraba la entrada y salida de los animales en el arca, la tempestad y el movimiento del arca sobre las olas. También hay que mencionar los pasos o escenas siguientes: La riña del mesón, El afilador, La mala madre, El desgraciado cortador de leña, La caza de los patos, La caza del león, La muchacha azotada, La desgracia del borrico, etc. En una ocasión añadió una Alegoría alusiva a la Paz y a Barcelona.
También a principios del siglo XIX actuaron en Barcelona otros sombristas con pasos parecidos y otros nuevos, como los titulados El mágico disparo y La chica zurrada. En la última pieza se cantaban varias tonadillas, recurso habitual de este modesto espectáculo que agradaba mucho al público.
El éxito alcanzado por la novedad del teatro de sombras en Cataluña provocó que los sombristas profesionales fueran llamados por la burguesía ciudadana para que actuasen en sus amplias casas particulares con motivo de fiestas familiares (aniversarios o días del santo, puestas de largo de las hijas, primeras comuniones, paso de procesiones o cabalgatas, etc.), donde se concentraban los parientes, amigos, vecinos y conocidos de la familia anfitriona. La existencia de funciones en casas particulares viene avalada por la publicación de prohibiciones reales desde 1790 para impedir que se celebrasen. El carácter casero y familiar de las sombras favoreció la formación de un repertorio autóctono para los aficionados locales, a base fundamentalmente de adaptar a las sombras muchos de los modestos entremeses y sainetes tradicionales catalanes. A mediados del siglo XIX había ya una producción bastante amplia: desde largas comedias en dos actos a breves cuadros, pasando por los típicos entremeses y sainetes en un acto.
Además de algunas piezas del repertorio clásico europeo del teatro de muñecos, mencionadas más arriba, Joan Amades aporta muchísimos títulos más: Aladino y la lámpara maravillosa, El domador de fieras, La Celestina o Los dos trabajadores (que es una adaptación de El puente roto, de Séraphin), Los lances de Carnaval, El diablo de la cesta, Merlin el encantador, Las tentaciones de San Antonio Abad, Jorobfn joroba, El camino de presidio, El mágico labrador, Las delicias del mar, Coces del viajar, Los placeres del campo, La vida del jugador, El hijo rebelde, La hija desobediente, El juicio universal, etc. El erudito folklorista cita también una buena colección de piezas catalanas: L’aprenent de sabater, L’estudiant màgic, L’entremés de la sogra i la nora, El marqués cuinat, L’advocat, Tretes de tres estudiants, Casat que tractant criades viu de coses descuidades, El pare repataní i la mare vanitosa, El pintador i la criada, Casament d’en Saldoni i la Margarida, Les astúcies d’en Tinyeta (popular facineroso barcelonés), Els estudiants de Cervera, Els banys inconsecuents, El rector contra les xerraires, El casat per força, L’escombraire, Saragates de veïns, Les delícies del camp, La Lluïseta, Els baladrers, etc.
Buena parte de las obras del teatro de actores, que se representaba en las tablas de los locales oficiales o en las sociedades de aficionados, era susceptible de ser adaptado para las sombras chinescas. De las décadas de los sesenta y setenta del siglo XIX disponemos de piezas de Conrad Roure, Joan Molas, Andreu Amat, Josep Maria Arnau, Narcís Capmany y Frederic Soler. De este último, se adaptaron las sátiras que le hicieron famoso con el pseudónimo de Serafí Pitarra: Les carbasses de Montroig, Coses de l’oncle, Si us plau per força, La botifarra de la llibertat y Les píndoles de Holloway o La pau d’Espanya; de Narcís Capmany tenemos Els tres tombs, El caçar al vol, Primer jo, Dorm! y Tres i la Maria sola!
Junto a la representación del teatro catalán cómico-costumbrista, tampoco solían faltar las comedias románticas y las obras de gran aparato. Entre los títulos más representativos de amores románticos citaremos los siguientes: El sepulturero o Lo que puede el amor, Leandro y Leonor, Óscar y Amanda, La flor del desierto, Los amantes de Teruel, Romeo y Julieta, Abelardo y Eloísa, Pablo y Virginia, Lamentos de Corina, La dama de las camelias, El corazón de hierro, La cautiva, Nobles y villanos, Flor de un día, La desgraciada Adelaida, etc. Para muestra recogemos los motivos que aparecen en El sepulturero, inmejorable ejemplo del patetismo romántico de la época: el cementerio, el soborno del sepulturero, la tumba de la joven enamorada rodeada de sauces llorones e iluminada por la claridad de la luna, el chico apasionado que canta una triste canción antes de morir también junto a su amada, etc. Por lo que hace a las obras de gran aparato cabe mencionar Las aventuras de Robinsón, Los ladrones del mar, Las aventuras de Telémaco, Las aventuras de Simbad el marino, Don Quijote de la Mancha, La heroína Malvina, Gil Blas de Santillana, Fausto y Margarita, El conde de Montecristo, Margarita de Borgoña, El Gran Capitán, Don Juan Tenorio, El trovador, Catalina Howard, Lucrecia Borgia, etc.
En las variadas funciones de sombras cabía de todo. En la introducción o al final se incorporaban breves cuadros de los considerados de gran espectáculo, basados en una escenografía especial, en transformaciones mágicas, en fantasías musicales o en bailes brillantes. Cabe citar en esta vertiente la repetidísima escena de la corrida de toros, imitación en miniatura de las corridas de toros que se celebraban en la Corte, con capeadores, banderilleros y matadores. Otro cuadro, no menos conocido, era el que representaba la entrada de un general con su tropa de infantería y caballería al son de una majestuosa marcha, que tenía como variante la entrada real a la ciudad a imitación de las que hacían excepcionalmente los reyes. Motivos que tampoco solían faltar eran el del asno que ejecutaba con mucha agilidad exquisitos movimientos, el del bailarín en la cuerda floja que mostraba sus habilidades, el pasaje de la exposición de fieras, el baile inglés y otros números de ilusión con títulos tan atractivos como Estrellas brillantes o El baile fantástico de las sombras blancas.
A diferencia de las obras para muñecos, la mayor parte de los textos citados fueron publicados en romances de caña y cordel, con sus correspondientes plantillas recortables, figuras, decoraciones y accesorios, por las imprentas dedicadas a reproducir la imaginería y la estampería popular, de mucho consumo en aquella época. El sombrista catalán Andreu Amat fue de los primeros en publicar sus sainetes para los aficionados a las funciones domésticas. Una misma hoja podía servir para representar hasta tres comedias diferentes, pues cada figura podía hacer distintos personajes según la obra: tenemos una cuartilla con la que se escenificaba Merlin el encantador, El diablo de la cesta y Las transformaciones.
El hecho de la publicación del extenso repertorio de sombras nos da idea del desarrollo alcanzado por este tipo de títeres en el teatro casero del tercer cuarto del siglo XIX, al menos en Cataluña; pero, en opinión de Josep A. Martín, también era la manifestación de una cierta decadencia del género, porque indicaba que los sombristas ya no podían vivir solamente de sus representaciones. De hecho, se puede afirmar que el teatro de sombras popular desapareció en el último cuarto del siglo XIX.”
Els IV Gats
Som encara al segle XIX, però a punt d’entrar al XX. A la cresta de l’onada del canvi de segle, tres anys per darrere i tres per davant, s’obre a Barcelona una taverna cafè amb el nom d’Els IV Gats. Un joc de paraules, al referir-se al Chat Noir de París i a l’expressió catalana que al·ludeix a un grup de parroquians més aviat escàs i insignificant. Perfecta i irònica referència al contrast entre les realitats catalanes i parisenques, en una època en què París era el far artístic del món, allà on qualsevol català amb ambicions havia d’anar si volia fer carrera. Pere Romeu, imatge viva i ànima del local, l’obre el 12 juny de 1897 ajudat per Miquel Utrillo, Ramon Casas (un dels principals finançadors) i Santiago Rusiñol. La taverna tancarà el 1903.
Entre Romeu i Utrillo existia una llarga complicitat: junts van muntar espectacles de teatre d’ombres als Estats Units, i a París Romeu va ser amic de Rodolphe Salis, el creador del Chat Noir, amb qui col·laborava en qualitat de manipulador al teatre d’ombres, d’animador i de cambrer. Artistes bregats pels viatges i coneixedors de l’ample món, decideixen obrir a Barcelona un espai dedicat a les muses de totes les arts. En aquests escassos sis anys, passa per la taverna modernista un nombre ingent de personalitats del món artístic i cultural. Lloc emblemàtic de la cultura espanyola, catalana i europea del moment, punt de trobada d’escoles i de tendències, Els IV Gats va comptar amb la figura poderosa i dominant de Santiago Rusiñol (1).
Com ha demostrat Eduard Vallès en l’exposició dedicada a la relació entre Rusiñol i Picasso (2), va ser en el català en qui s’inspirà el pintor malagueny per desenvolupar aquesta faceta innovadora de l’art del segle XX: tanta importància té l’obra que es fa com el personatge que un es crea. Fascinat per la personalitat magnètica i extravagant de Rusiñol (bon coneixedor de l’ambient artístic de París, on va viure en la seva joventut), Picasso hi va trobar el model adequat a les seves ambicions.
L’encarregat d’organitzar les funcions d’ombres va ser Utrillo. Paco Porras, al seu llibre Titelles. Teatre Popular (3), documenta aquestes representacions per a les quals es va imprimir un bell cartell, obra de Casas i Utrillo, en què apareixen els artífexs de l’assumpte (Rusiñol, Zuloaga, Eliseo Meifrés i Pere Romeu). Segons sembla, i segons explica Porras, l’actuació va consistir “en un joc d’ombres dibuixades per Utrillo sobre el poema ‘Montserrat’, escrit el 1890 per Joan Maragall. La música era d’Enric Morera i el text era llegit per Salvador Vilaregut. L’espectacle es complementava amb un ‘Viatge humorístic dels IV Gats i un Vestit negre, o en Pere Romeu anant pel món’, amb guió d’Enric de Fuentes i els decorats de Ramon Casas. L’espectacle acabava amb una Nadala escrita per Josep Maria Jordà, amb figures de Ramon Pitxot i música de Joan Gray.”
Com indica l’entrada de Wikipèdia ‘Els IV Gats i el teatre d’ombres’, amb una informació molt completa: “Tot i que són poques les dades tècniques que obtenim, sabem que les ombres xineses, o teatre d’ombres, va ser d’un gran èxit a la cerveseria Els Quatre Gats: El 29 de desembre de 1897, en aquest mateix lloc, tenia lloc l’assaig general de les “ombres artístiques”. El programa, anunciat a la premsa, estava format per quatre peces: L’Eléphant (que s’havia representat al Chat Noir de París), Montserrat, Nadala i Quatre Gats i un vestit negre i en Pere Romeu pel món o el romiatge d’una altra ànima.”
Molt interessant va ser l’exposició que el MNAC (Museu Nacional d’Art de Catalunya) va fer l’any 2016 amb el títol ‘Ramon Casas i les ombres xineses dels IV Gats’ (vegeu el magnífic catàleg escrit per Francesc Quílez i Corella aquí), on per primera vegada s’exhibien algunes de les ombres utilitzades en les representacions de Els IV Gats, tot i que en molts casos semblen caricatures en ombres d’alguns dels personatges que freqüentaven el cafè (com per exemple en Pompeu Gener). El dibuix de les figures era de Ramon Casas i la confecció la va fer el seu amic el metge Josep Meifrèn.
Val la pena citar aquestes paraules de Francesc Quílez i Corella que defineixen molt bé l’esperit transgressor i rupturista que va tenir Els IV Gats:
“Superant les dinàmiques individualistes i les tendències anarquitzants d’etapes precedents, el grup promotor d’Els Quatre Gats va sentir la necessitat de confluir en un espai on compartir experiències que en cap cas van respondre a una voluntat rupturista o transgressora, sinó que cal interpretar més en clau de rebuig i amb l’objectiu de preservar una cosmovisió eclèctica i heterodoxa, oberta i receptiva a tot tipus de manifestacions creatives que desvetllessin el sentiment lúdic i l’impuls del joc, que van moure l’actuació de tots els parroquians que van freqüentar el local. En definitiva, era un espai que donava cabuda i acollia tota mena d’actes, espectacles, exposicions dels nous talents emergents, amb el desig de canalitzar uns corrents subterranis que no trobaven una sortida en els escenaris i aparadors de l’art oficial.
En aquest sentit, determinades formes de cultura popular, com ara les auques, el teatre de putxinel·lis o les ombres xineses, també palesaven la irrupció d’una estètica desacomplexada, híbrida i permeable a la influència d’una tradició que ja comptava amb uns precedents i uns conspicus representants, figures precursores d’un tarannà bohemi, entre les quals podem esmentar personalitats llegendàries com ara el polifacètic escriptor Pompeu Gener, el popular Peius, convertit en una icona i en un referent d’aquesta tradició cultural irreverent, extravagant i caracteritzat per un comportament social molt poc convencional”.
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(1) Citem alguns noms dels qui van ser assidus dels IV Gats: arquitectes com Lluís Domènech i Montaner, Antoni Gaudí o Josep Puig i Cadafalch, pintors i escultors com Hermen Anglada- Camarasa, Ramon Casas, Àngel Fernández de Soto, Pablo Gargallo, Manuel Martínez (Manolo), Apel·les Mestres, Joaquim Mir, Isidre Nonell, Ricard Opisso, Josep Lluís Pellicer, Pablo Picasso, Ramon Pichot, Darío de Regoyos, Romà Ribera, Alexandre de Riquer, Ignacio Zuloaga; literats com els Germans Quintero, Rubén Darío, Pompeu Gener, Adrià Gual, Josep M. Jordà, Albert Llanas, Joan Maragall, Eduard Marquina, Rafael Nogueras, Eugeni d’Ors, Francesc Pujols, Santiago Rusiñol; músics com Isaac Albéniz, Enric Granados, Joaquim Malats, Lluís Millet, Jaume Pahissa…
(2) L’exposició “Picasso vs. Rusiñol” va tenir lloc del 28 de maig al 5 de setembre de 2010 al Museu Picasso de Barcelona, comissionada per Eduard Vallès, autor del llibre Picasso i Rusiñol. La cruïlla de la modernitat, Col·lecció “L’Amic de les Arts”, editat pel Consorci del Patrimoni de Sitges en col·laboració amb el Museu Picasso i la Diputació de Barcelona.
(3) Publicat per la Biblioteca de Visionarios, Heterodoxos y Marginados, Editora Nacional, Madrid, 1981.